Si la sal es imprescindible para el organismo, su exceso es perjudicial. Promueve la retención de líquidos y la hipertensión arterial, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer de estómago, osteoporosis, etc. Por este motivo, cualquier consumidor informado debe moderar su consumo de sal antes de que le impongan una dieta más estricta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no exceder los 5 g de sal al día. Sin embargo, los adultos españoles consumen una media de 8 g. Algunas personas incluso recurren al CBD como una alternativa para mitigar los efectos de la sal dentro del organismo, ya que este posee propiedades antiinflamatorias y relajantes, si quieres conocer un poco más acerca de este producto entonces haz click aquí.
Identificar alimentos ricos en sal
Lo que llamamos sal en el lenguaje cotidiano en realidad corresponde al cloruro de sodio. Existen dos fuentes de sal cloruro de sodio en nuestra dieta: la sal visible que se añade en forma de sal gruesa para cocinar los alimentos; pasta, arroz, verduras, etc, y sal fina para condimentar vinagreta, sal de mesa; esto solo representa del 10 al 20 % de la sal consumimos sal oculta en los alimentos: presente en estado natural o añadida durante su elaboración como quesos, embutidos pero también pan, bollería, condimentos mostaza, salsas, galletas saladas e incluso dulces para realzar su sabor, platos cocinados, pizzas, quiches, etc. Esta representa la principal fuente de sal, alrededor del 80%. Cuando una etiqueta menciona “nivel de sodio”, debes saber que 1 g de sodio = 2,54 g de sal. A título indicativo: 1 porción de comida preparada comercialmente = 1,5 ga 3 g de sal. 50 g de salchicha seca = 2,4 g de sal. 1 trozo pequeño de quiche de 130 g: 1,7 a 2 g de sal. 1 plato (250 ml) de sopa de verduras comprada en la tienda: 1,8 a 2 g de sal. 1 ensalada muy condimentada: 2 g (1 cucharadita rasa de sal = 1 g de sal); ¼ de pan rallado= 1 g de sal; 1 pan de chocolate artesanal: de 0,7 g a 1,2 g de sal según el peso. 30 g de camembert = 0,4 g de sal.
Consejos para comer menos salado
Limitar los productos procesados como el pescado ahumado, los platos preparados comprados en las tiendas, las galletas de aperitivo, las pizzas, las quiches, las sopas, las patatas fritas, pero también los alimentos con los que desconfiamos menos, como el pan. Optar por productos que tengan un contenido reducido en sal -25% de sal respecto al producto de referencia, en la mayoría de los casos. No agregues demasiada sal al cocinar y en la mesa. Añade sal durante la cocción pasta, arroz, carne, etc. y no después, porque corres el riesgo de añadir más sin poder salar lo suficiente. Evita poner el salero sobre la mesa para no echar sal sin haberla probado. Concéntrate en el zumo de limón, las hierbas y especias que pueden servir como sustitutos de la sal, porque son auténticos potenciadores del sabor. Por ejemplo, puedes realzar tus platos con hierbas frescas como tomillo, cilantro, perejil, cebollín, etc. Aumentar el potasio en tus comidas es el antídoto contra el sodio cloruro Su consumo ayuda a restablecer un mejor equilibrio entre cloruros de sodio y sal de potasio. Se encuentra en plantas, verduras, frutas, legumbres, lentejas, garbanzos, etc., algas, etc. Para una dosis eficaz, conviene consumir de 4 a 7 raciones, 80 g al día de verduras frescas y 3 o 4 porciones de frutas frescas y secas.
Qué opinas de la sal falsa
También llamadas sales dietéticas, las sales falsas son bajas en sodio y altas en potasio. A base de bicarbonato de potasio o citrato de potasio, se venden en tiendas ecológicas o farmacias. También existen mezclas de sales bajas en sodio, combinadas con hierbas aromáticas Herbesan, a base de apio, también con verduras y algas, etc. Todas estas sales son útiles, salvo contraindicación médica, insuficiencia renal, diálisis, hemodiálisis.
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